Amar-gura

De las cartas que nunca te di

I.

El sábado tenía un plan y era decirte que quería contribuir a tu vida sana pero, no pude, no vi el momento; te portaste como nunca, y tienes razón, no es sano. Fuiste todo lo contrario a la última vez, y si te soy franca desperté ése sábado un poquito enamorada.

No quiero ser lo que está mientras encuentras ése algo, eso de forma completa, así como yo tampoco quiero que tú seas el MIENTRAS. Yo también quiero, deseo y necesito una vida sana; y me doy cuenta que te quiero completo, no sólo así, pero eso es todo lo que hay, es todo lo que puedes dar, ¿cierto? Podría decirte mil cosas,  la forma en que me acoplo a tus brazos, a tu boca, a tu aroma, a que rotes hasta irritarme cuando no concilias el sueño.

Quiero todo aquello que no quieres o no puedes darme, un hombre que esté ahí, que me sorprenda, quiero flores, quiero salir de la mano, quiero ser ésa que pueda apoyar, ayudar; quiero ser ésa que puedan llevar a casa de sus padres (aunque la idea me debilite el esfínter), ser ésa por quien puedan perder la cabeza, ésa tan inteligente que logre enamorar.

Pero ya me cansé de no ser yo, yo no soy ésa, yo soy a la que siempre le dan la vuelta, la huraña, la apática, reservada y que sabe no necesitar todo eso, aun cuando lo deseo con cada poro de mi ser.

 

II.

 

¿A qué juegas? ¿A qué jugamos?

No te miento, me pareces guapísimo, los rubios nunca han sido de mi agrado, pero tú... ¿A qué juegas?

Me buscas y ahí estoy, te piropeo y ahí estás, te empiezo a querer, pero tú... ¿A qué juegas?

Me quieres ver, deseo que los días entre el encuentro desaparezcan, me saboreo tu cuerpo, pero tú... ¿A qué juegas?

Te deseo, me deseas, nos amamos, nos dejamos, no hablamos, nos alejamos, nos reencontramos... ¿A qué jugamos?

 

III.

Te empiezo a amar, me asusta que entre los momentos de calidad en el encuentro corporal se me escapen las palabras que NOS aterra escuchar. A mi por tu indiferencia, a ti porque no es lo que buscas.

 

IV.

Regálame un encuentro más contigo, me canso de no escribir. Ven a mi encuentro, mi cuerpo grita lascivo ante el regocijo de mis extremidades, contrayéndome las entrañas y hasta el mismo pensamiento al recordarte dentro.