Sara (Bar literario)

cuento 1 (introducción

Y así sin demoras, me puse a escribir. No me importó que el agua que dejé a hervir cayera en la pelusa de mi gato sin nombre (sigo creyendo que darle nombre a las cosas, nos hace sentir responsables de la divergencia que ejercemos en el sueño, cuando somos tan reales como el hocico partido de una mosca ninfómana). Escribí del día en que me puse un crucifijo y salí a protestar por la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. Fue cuando conocí a Ezequiel, fuimos a un bar de mala muerte y terminamos rodando en una alfombra, creyendo que en la posición del perrito no habría complicaciones si vomitábamos el exceso de haber conseguido, entre nosotros, la equidad de género. Nunca conocí a Ezequiel y como se fue temprano al otro día, el espejo empañado de mi baño no tuvo el gusto de dibujar su rostro para otro remordimiento vespertino. 

Escribí sobre aquella vez en que mis ojos se rompieron por la ventanilla de un autómovil que se alejó entre la lluvia aglutinada en la ropa de mi madre, la ropa nueva del asiento trasero y mi padre explicándome que las mejores historias de amor, son las que  después de un accidente ( circunstancial debido a todos los detalles) convalecen en estados de coma. Así si vuelven a despertar, el circuito  temporal se modificará por aquellos lapsos que no puede recuperar la memoria. Se despidió sin mucho alarde y la amnesia obró en él hasta el día que llegó una carta en donde pedía perdón por todas sus acciones. Fui feliz aquella tarde. Después de dos días, mi madre recibió una llamada. Tu padre, murió, me dijo y me abrazó. Yo aún estaba feliz. El estado comatoso, para siempre, había terminado.

 

Seguí escribiendo hasta que la habitación se hizo una llave y las elipsis irrumpieron como rostros blanquecinos detrás de la fauna de mis párpados.