ivan rueda

AZUCENA EQUIVOCADA DE CUERPO

 

 

Soñaba con ser una mezzosoprano

con las piernas de la gran Marilyn

que cantara operas a los albatros

sobre mares de rimel y carmín.

Era un arco iris dentro de un armario,

dulce azucena equivocada de cuerpo,

una mariposa atrapada en un oso,

un rayo de sol encadenado al invierno,

una lágrima perdida en un ojo,

una hoja extraña que persigue al viento

por los callejones de un largo otoño

donde melancólico se detiene el tiempo.

Cuando pintaba los labios ante su espejo

en la honda soledad de un cuarto oscuro

imaginaba sus labios robando un beso

de la boca de un ángel jovial y rubio.

Terrible es la cárcel de carne y hueso

para la malvarrosa que en ella habita,

terrible es ser celda y a la vez su preso,

preso tras los huesos de tu propia vida.

Al llegar la noche me contaba cuentos

de princesas tristes en sus castillos,

y me leía poemas de largos versos

donde el amor es el filo de un cuchillo.

¡ Qué sabía la gente de su sentimiento !

¡ Qué sabía el mundo de su bello brillo !

ella era una estrella en el firmamento

con nombre de hombre bueno y sencillo.

Recibía insultos cuando iba al pueblo,

le arrojaban piedras espantosos niños,

¡ Maricón !, le gritaban muchachos ebrios

con el estúpido odio hacia lo distinto.

Por sus verdes ojos asomaba el miedo,

un miedo a la vida sin color ni trino,

un pavor a las sombras y a los gestos,

un horror a las cuestas de su camino.

Una tarde hermosa de un verano tierno

al volver a casa escuché unos gritos

supe a ciencia cierta que él había muerto

en un cuarto oscuro, húmedo y frío.

De una cuerda blanca atada al techo

colgaba el cadáver de mi pobre tío.

Sobre una modesta mesa bajo su espejo,

un vaso de agua conservaba un lirio,

y al lado de un libro deshojado y viejo

un poema de amor sin ningún destino.