lonely claus

La dulce voz del sol entre los árboles reflejada en las ventanas de los autos y autobuses

Días en los que el mundo viene a enamorarme para compungirme y desterrarme, veo si alguien me espera, si cabe señalar señales de salida sobre este frío, pavimento de terciopelo rojo de heridas que rebotan y contemplan el amanecer de mis ojos mudos contra el viento; viejos blues.

Hoy especialmente me encuentro más que demente, decadente y nada absorbente. Un tristemente celebre golpe en el corazón, está haciendo de mi vida un recuerdo abstracto de emociones y luces negadas, de flores y ocasos desvanecidos; púrpura, blanco, negro, rojo… Luna asesina.

La dulce voz del sol entre los árboles reflejada en las ventanas de los autos y autobuses;
¿te quiero o quiero quererte?

Manchas de tinta efímeras y fugaces tardes que se van entre sentarme a observar y tratar de no hablar. Mis largos dedos van envejeciendo se van trastornando y parece que todo va a ir mejor, que todo va a estar mejor.

Ráfagas de locura desteñida, casi nunca otra vez... Cuando el RBE sea un mejor lugar, dejaré caer mi rostro y gritaré enfurecido contra los árboles.

¡Oh Dios mío! Ayúdame a soportar, a no volver a los días oscurecidos, a los eneros muertos en el olivar, a los resquebrajos de mi piel aturdida, desnuda y envejecida, a los huesos destartalados casi escapados, descoloridos y oxidados.

Sabor a mediodía decepcionado…

Sé que algún día el agujero éste, terminará siendo mi sombra, mi reflejo. Pero si algún día encuentro el camino a casa, me iré cantando y saltando para no regresar, para dejar las nubes en su lugar y decir casi susurrando: “Buenas noches mar, he venido a descansar, a pagar mi deuda con tu mirar, con el ruido que haces en mi soñar”

Se fueron las montañas y las pesadillas desagradecidas. Algún día cuando ya no pueda caminar me quedaré sentado solo frente al mar y poco a poco me volveré una ola, en el soplar del viento, en las hojas secas del tiempo, en retazos de recuerdos regados por la arena, y me iré desvaneciendo solitariamente entre destellos pequeñitos, graciosos y bonitos. Y tal vez algún día de octubre, seré una tenue luz roja cruzando miraflores, mirando la noche ser el último destello de alegría, la última voz que quiero escuchar en mi vida; tu voz... Tu voz enrojecida