La tarde es calurosa y húmeda,
En otro contexto seria impaciente.
El aire dejo de existir, lo respira,
No hay sonido, escucha su mente.
No siente las mangas de su traje,
Sus manos sudan, usa las rodillas.
La ermita se siente muy grande,
Se desborda en sus aristas finitas.
Cruza frases delgadas con el cura,
Las respuestas son monosilábicas,
Está sentado, pero no está ahí.
No siente miedo y solo espera.
Llegan voces conocidas, pero lejanas,
El tiempo quieto, el reloj avanza.
De pie, en el centro espera,
Suena la música, se abren las puertas.
Ya no siente su latir, se siente etéreo,
Acaba de morir, acaba de nacer.
Las manos dejan ya de sudar,
Sus ojos se concentran, buscando.
Una figura emerge de la luz del fondo.
Se generan contornos y se definen.
Lo más hermoso que ven sus ojos.
La siente, cada paso, aún más fuerte.
Su sonrisa deja de ser voluntaria,
Se instala en su rostro, en su interior.
Al tocarla se quema, su pecho arde.
Es el más feliz, ahora lo sabe.
Se hablan al oído, sus corazones tiemblan,
Sus manos se juntan, no se sueltan.
La ve de reojo, se quiere concentrar en ella.
La ceremonia continua, la tarde llega.
Es hora del beso, lo ha practicado.
Es lento, pequeño e infinito. El mejor.
Camina orgulloso con ella de la mano.
Vuela arroz, sonrisas y felicitaciones.
Su corazón y músculos recuperan peso,
Vuelve a caminar, nunca los había sentido,
Tan reales como desde ese momento.
Sus apellidos se han juntado en un solo nombre.
PARA SIEMPRE.