CARLOS ALBERTO BADARACCO

UN MAR DE GENTE

 

 

 

Estoy en un bar

contemplando un mar de gente,

¡alguien que me dé esperanzas!

Hambreando amorfas ilusiones,

un ángel ha bajado del cielo,

pero no es el mío.

 

Revuelvo mi café contemplando

y el humo de un cigarrillo se alza

como pidiendo tiempos,

espacios para elevarse.

 

Hay también un viejo cuadro de gente lejana,

 

un fulgor de oscuridades vanas

que en los rincones destaca

 

 

Cada parroquiano

es un rostro de tierra nuestra,

con penas nuestras,

con alegrías nuestras.

 

Cada rostro está elevado

a una inmensidad aletargada,

promiscuamente aceptada,

procazmente disipada.

 

Hay un lenguaje común entre todos,

es un grito de certidumbre,

un desahogo de cadenas

que atan historias casi indiferentes…

emociones viejas.

 

 

 

En mi mano la cucharita se mueve

como marejada en el tiempo,

dentro del café se mueve

 

Y el mar de gente se aleja,

y otras olas regresan

o esperan…

Yo espero

no sé qué espero, pero espero

 

Mientras el humo aquel

sigue abriendo caminos,

mientras el cuadro sigue allí

con sus personajes mirándome

no sé si estoy o no estoy.

No sé si vivo, aunque vivo

en este submundo marino que distingo.

 

CARLOS A. BADARACCO

26/12/12

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