Richard Polio

Un Atardecer en la Loma

Un Atardecer en la Loma.

 

Sentados
en la cima
de la loma
sonreíamos,
al contemplarnos
nos tomábamos
de las manos
luego reíamos,
habíamos
caminado a
lo alto de ella.

Desde allí
nos elevábamos
sobre todo
y sobre todos,
lo demás
era causa
de risas tiernas,
éramos ella, yo
y los cielos.

Recuerdo
el viento suave
del atardecer,
el ondear de
las hojas,
un cielo
encendido
lleno de esplendor,
radiante,
una fresca brisa
nos bañaba,
el mover de las nubes
eran como cortinas
del teatro inmenso
desplegándose…

En silencio
nos mirábamos,
nos dábamos
un beso.

Ella repetía
mi nombre,
le oía con mi alma
su voz era música
a mi oído.

Observaba
el ondular
de su cabello
por la fuerza
de la brisa.

Mi corazón
palpitaba fuerte
yo temía
que ella
le fuera
a escuchar.

Me hablaba,
yo escuchaba
melodías
de sus labios,
le daba un beso,
apretábamos
nuestras manos,
nuestros cuerpos
eran uno solo.

El cielo
se había
encendido
el sol
no quería ocultarse,
le observábamos,
no quería irse,
parecía
que con nosotros
se reía.

Las nubes
llegaron,
empujando
trataron de cubrirlo
pero se incendiaron,
estábamos atónitos,
era una lucha
esplendida.

Nos acercamos
un poco más,
hasta rozar
nuestros cuerpos,
una lagrima
baño su mejilla
me estremecí.

Nos dimos
una mirada
nuevamente,
nos
sonreímos,
luego nos
levantamos
juntos.

Entrelazados
en medio
de esas nubes
nos deslizábamos,
luego corríamos
entre ellas,
he aquí que se habían
tornado en calles de oro
de sol su brillo,
sobre ellas
fueron formándose
colinas, castillos
calles y casas…

Una hermosa
ciudad de oro fino
nosotros
tomados
de la mano
marchábamos
en medio de ella.

Esa ciudad,
se fue quedando atrás,
nosotros loma abajo
retirándonos
mirábamos hacia atrás
hacia ella,
entre sus calles
nos decíamos
hemos caminado…

Revestida de oro,
como de cristal bruñido,
nuestra es la ciudad,
camino abajo
nos abrazábamos,
entre risas,
besos, nos
fuimos
alejando.