Qué sé yo, a lo mejor es bueno.
 Si, tal vez que sea bueno ver bailando
 una pareja de escandinavos pálidos
 y otra de rasgados ojos japoneses,
 o que brillen sus trajes y los pisos
 y las orquestas tengan cien instrumentos
 y cientos de miles de cables enredados,
 y un mundial de tango en Buenos Aires
 y otro en Toronto, Tokio, que sé yo,
 a  lo mejor es bueno.
Pero yo me pregunto, ¿dónde está el compadrito
 que esperaba a su mina bajo la luz del farolito,
 allá en la esquina?
 
 
¿Y el empedrado con reflejo mortecino de luna,
 de misterio, de pasos trasnochados?
 
 
¿Y la reja que resguardaba amapolas y gladiolos,
 rosas y claveles y un amor de papelito doblado
 con letras de poesía?
¿Dónde está la “chirusa” que tarareaba
 un “gotán” mientras ponía el mantel
 sobre la mesa, pensando que el sábado hay milonga
 en el Club Defensores de la Patria?
Qué sé yo, a lo mejor ha sido bueno  que al tango lo conozcan,
 pero es que…  se ha ido, se ha ido del barrio arrabalero,
 ya no está… 
y  lo encuentro  entre turistas
 tomándose fotos en la Boca o en San Telmo...
¡Válgame Dios! ¡A lo que hemos llegado, tango!
Derechos reservados por Ruben Maldonado.