Alberto Moll

A una bella joven

 

Un Leonardo o un Rafael de Urbino

quisiera poder ser por un momento

para plasmar la magia del aliento

que emana tu perfil casi divino.

 

Brilla en tu rostro ese fulgor genuino

de las Madonnas del Renacimiento:

su armonía ideal, su arrobamiento,

su angelical encanto cristalino.

 

El azul esplendor del mar y el cielo

se fraguó en el azul de tu pupila:

¡ese pálido azul excepcional!

 

E irradia exaltación, dicha y consuelo

a un corazón cansado que titila

tu adorable sonrisa virginal.

 

¡Dulce vestal!

¡Que los dioses conserven con largueza

el plácido candor de tu belleza!