CDollanger

Augustus the fourteenth

Cómo es posible llegar a sentir que se parte uno en dos mitades iguales,

Como dos vidas que han sido vividas en un absurdo paralelo del tiempo.

Y cómo no pensar que, tal cual han sido dos, bien podría vivirse siete, ocho o hasta nueve veces más, siempre en la quimérica esperanza de una perenne juventud. 

Todos los agostos de mí vida, por estas mismas fechas, voy sintiendo la nostalgia de un no sé qué que se acaba, y sin embargo:

Soy la misma que se va, y soy la misma que se queda.

 

Hoy después de dos vidas, de dos venidas e idas en lo macro, pero de tantos  miles de  pedazos recogidos y vueltos a pegar;

Reensamblarse al mundo no es tan sencillo como destruirse, pero siempre existe la inopia esperanza de que todo final pueda reencausarse en un principio.

 

¿Qué es empezar de nuevo cuando se va extinguiendo, ya,  el nicho de la vida?

¿Qué es extinguirse cuando apenas se está comenzando?

 

Cada catorce de cada ocho de cada año, desde aquel catorce  de aquel ocho y de aquel año en el que se inaugurase esta existencia,

Me da por preguntarme si tal vez éste Augustus si sea el último de los primeros,  o el primero de los últimos

¿En qué otros claros habré de perderme, si ya no tengo niñez para refugiarme?

Por qué será que cuando amaneces, Augustus, me siento más temida y más lejana

 

Ni modo,

Habrá que aprender a reencaucharse cada día

Con lo mejor y lo peor que tenemos para ser,

A reconstruirse en la absoluta certeza de que en cada cosa que hacemos existe otra oportunidad de juventud

 

Y que sí por el final de este día, de cada año,

 Me siento más naciente, más nueva, y también más gastada,

Más cerca del principio y del final,

es porque soy como quien va cayendo en un abismo del que espera regresar

  

 Así que aquí estamos -“Alea Jacta est-en el verano al final del comienzo. Veintiún años hace que empezó este recorrer, y tantos más han de esperarme, como también lo habrá otros poemas, otras palabras, otros silencios.

Es la víspera y resplandecen destellos de una precaria felicidad, acaso parecida a la alegría.Signo indefectible de que habremos de ser, al menos, otro día más.

¡21 y un día!