Luis Rayo

En espera del amado

Eras bella y tierna cuando salías

arreglada con carmín de mañana,

suspirando la aventura, y preferías

junto a los aburridos otros días

ver a través de la ansiosa ventana.

 

Tus rasgos de frescura en delicada

fragancia eran como la Naturaleza,

llena de vida pero igual desmayada

por el tiempo que pasaba, e impregnada

de viveza acompañabas a la tristeza.

 

Tus cabellos y  dedos enlazados

a manera de súplica y anhelo

lloraban con los  labios no cansados,

y tu figura y ojos obstinados

veían al amado reflejado en  el cielo.

 

 Sin rencor, ni silencio, ni encono,

 la hora se volvió como una hermana,

y ambas murmuraban en bajo tono,

con un fúnebre dejo de abandono,

el retorno de la esperanza del mañana.