rodulfogonzalez

CAJITA

 

                                                                      A Saba

 

            Quien me regaló la cajita, elaborada por un ebanista de extraordinarias habilidades artísticas, no me advirtió que no la abriera ni para guardar mi más preciada joya, la que adquirí en una lujosa joyería sita en lejana ciudad cuyo nombre no recuerdo.

            Tampoco  yo había leído el mito griego  de la caja de Pandora.

            Y un día tormentoso tomé la diminuta llave que abría su cerradura para guardar en su misterioso vientre mis pocas alhajas.

            Y al  abrirla salieron alborotadas, como las palomas cuando nos acercamos a ellas, o los niños cuando se les sorprende haciendo travesuras, todas mis vivencias gratas y adversas desde que llegué a este mundo de lágrimas, de espantoso sabor salínico.

            Y como en la caja de Pandora, sólo quedó en el vientre de la primorosa cajita la exquisita vivencia de la esperanza.

            Y esa esperanza marcó, cual brújula, con cabal exactitud, cada paso que desde entonces di en la vida.

            Y esa esperanza cambió el color del cristal, único, con el cual miro las cosas.

            Y esa esperanza animó mi fe.

            Y esa esperanza alejó de mi la adversidad porque sentí indiferencia hacia ella, seguro de que sería abatida por los dones de la gratificación.

            ¿Acaso después de la tormenta no viene la calma?