Fernandotorres

DEPRIMIDOS DEL MUNDO, UNÍOS

Cuando Miguel se va acercando

-a pasos cortos pero seguros-

al hoyo de su ordinaria depresión,

nota la lenta luz

-atravesando, violenta, las ventanas-

aumentar demasiado su fuerza

para sus lánguidos ojos

añorantes de una oscuridad primigenia.


Baja las persianas todas

para que no le recuerde tozudamente

que debe seguir soportando

la insoportable crueldad

de ser siempre él.


Porque a Miguel,

en los momentos en que siente

-nada metafóricamente-

que sus pies ya no tocan

suelo frío e inerte,

sino fango vivo

con el que hay que vérselas

para no caer antes de hora,

de nada le sirve

la bella palabrería de los poetas

ni las certezas de la ciencia,

ni mucho menos

el entretenimiento animal

de los mass-media,

o las falsas defensas

de su estructura neurológica


Le falta algo, pero ese algo no llega.


Resignación.

Esta vez también saldrá del pozo

aunque sea con las mismas mentiras

que antes no le han salvado de hundirse.


Y si ese algo llega

nunca será lo esperado,

porque eso jamás existirá

sino en su imaginación.