jairodelacroix

Allegro de verano

Era Junio.

 

Bajo la dura estación por el sol poseída, languidecía mi cuerpo, envuelto en las fragancias de los almendros y los potentes rayos del sol;

 

El rostro jovial del verano, de frente al mundo, parecía regocijarse en cada rincón de la floreciente pradera, toda embellecida con renovados resplandores, ofreciendo calidez y encantos en todo lugar y dirección hasta donde alcanzaba la vista.

 

Del espeso bosque provenían agradables melodías acompañadas de dulces céfiros y brisas frescas, que acompañaban las voces risueñas de los jilgueros y luego respondían a la distancia los cantos nupciales de los ruiseñores.   

 

Rezumbaban las abejas por los alrededores, y las trabajadoras hormigas marchaban en hileras a la vez que los destellos dorados de la tarde se reflejaban en los viejos tejados del pueblo, matizando la dicha vestida de colores como el arcoíris después de la lluvia.

 

El arroyo burbujeante llevaba con la corriente tibias aguas plateadas, mientras que las hojas de los arboles se mecían cual campanillas de baile con las caricias del viento.

 

Tal como mi propio corazón va entrando en los sueños, así el verano se adentro sigiloso, envolviendo el horizonte en su manto interminable de azul que reina sobre el cielo y los mares y acaricia y enamora a los corazones inocentes que no conocen de mentiras.

 

Y así como la tierra espera, anhelante, los besos del sol, así hacia el amor se apresura el corazón del hombre.

 

Era el tiempo de admirar y adorar las flores en su gloria y de atesorar su hermosura para competir por el premio del amor de una joven, de correr a toda marcha contra la voluntad de los vientos provenientes del oeste, de cantar y bailar hasta desfallecer de cansancio en las noches de fiesta, de zambullirse en los ríos, de reposar en la fresca hierba y admirar el sol a través de las hojas de un viejo roble  y de hacer el amor bajo la luz de las estrellas como únicos testigos…

 

¡Qué alegría y que dicha dejar ir a la severidad de la tristeza y sentirse amamantado de la miel del placer del verano! ¡Amar y ser correspondido en la misma medida! ¡Amar fielmente con todo el corazón, el cuerpo y la voluntad! Cierto es que aquel que ama en el verano se siente girar en un remolino de placeres y dichas perpetuas que llenan de fuego vivo el alma…

 

Así pues, he de dejar que el amor me conquiste y que toda maravilla sea testigo...