Raul Gonzaga

Mi mujer

Celestial su mirada, un espacio infinito

Donde vuelo sin límites de placer todo ahíto;

Un océano de calma donde en paz puedo amar,

Donde encuentro la causa de la dicha suprema,

La razón de entregarme, con pasión tan extrema,

A la diosa que hoy reina en recóndito altar.

Es cascada de oro, su diadema de diosa,

Cabellera, corona, aura rama frondosa,

Que engalana con lujo de presencia ideal,

A princesa escondida en mujer tan sencilla,

Tan modesta y tranquila, cual modesta avecilla

En un sauce inclinado a vivaz manantial. 

Dulces labios que emanan la dulzura divina,

Como fuente sellada de pasión cristalina,

Manantial de rubíes de jovial corazón;

Mentolado respiro, sutileza y frescura,

De ambrosía celeste: la bebida más pura,

Que me llena de vida, de locura y pasión.

Bellas manos de seda de gentil sutileza,

Con caricias perennes, juventud y belleza;

Blancas manos de artista: expresión de fervor

Que con dedos serenos van llenando mi vida

De ternura y de fuego, una piel encendida

Con mil surcos sembrados con semillas de amor.

Todo tiene mi amada, es mujer tan perfecta,

Juguetona y sencilla, con mesura correcta,

Que ilumina mi vida con su felicidad;

Es hermosa, es humilde, muy prudente y hermosa

Optimista y jovial, no es mujer sino diosa:

Ese sueño imposible... hecho realidad.