Sara (Bar literario)

AntologĂ­a de pretextos

Y bueno...

Te digo adiós, por miedo a olvidar quienes fuimos en el retrato de lo que somos.

Hay tantas cosas que se nos quedaron, como aquella mano batiendo encuentros que sucedían en esos espacios atemporales que nos acometen -de vez en cuando- en la vida.

Tal vez llegamos tarde a conocernos en todos los metros que tomamos para llegar a la hora crucificada del destino.   El vicio de la noche nos miente. Quizás, no es amor, solo un insomnio prolongado que llenamos de soledad compartida. Porque la soledad duele, camina en nuestras letras, y se hace triste ganado pastoreando en la poesía.

Yo no sé porqué en esta despedida me abundan las malas palabras y aquellos bustos galardonados en el arte de la tristeza. Quisiera ser Cortázar para tirar la piedra e imaginar que soy una niña en el río Sena jugando en su ensenada a la Rayuela. Así, Raúl fuera un \"Mago\", y nuestro primer beso fuera tacto, cigarrillo rubio y una gota de lujuria sumergiéndonos en ceguera mientras nos hacemos una figurilla en los ojos del cíclope.

Me curaría del amor en una semana, después de haber roto la camisa de fuerza y con la piedad de haber amado al cadáver de los poemas quemados en su hoguera, le llevaría flores y una vena abierta, a la fosa que ocupa en el panteón.Tal vez Jaime moría de amor y no hizo nada porque sabía que la muerte, que la puta muerte es la única certeza. Y prefirió morirse de amor sin saber si era de amor, que de verdad, moría.

Tal vez Pablo mintió sobre los versos y le siguió escribiendo a la noche en los caminos que cruzó con ella.  Y como él, podría amarte sin problemas de orgullo, cerca mi realidad a las ventanas de tu sueño, bendecir a las que te amaron sin imaginar la ristrilla de ellas al desatarse la burocracia del suelo. En su alfombra de tiempos, yacen las flores destrozadas que desde niña, he sembrado para ti. No más por ti.

Podría acariciar la diplomática distancia que nos une en todas las corazas y seguirte esperando en medio de todas las preguntas y todos los rostros que en su artificio se incorporan, con la ausencia de vos. Amarte recostada en una silla de mimbre, mientras me estiro los juicios y los reservo para el odio sucedáneo y camaleónico que ni la en táctica más sabia, puedo camuflar con fiebre gotera.

Porque vos me dueles más que la la jaula que se ha hecho lila y se ha volado -allá- a ese lugar donde la muerte enseña a ladrar a los perros. Haré como ella y diré que ha partido de mí, un hombre, por culpa de sus miedos, llevándome al despertar del sueño. Despertarse en una cama junto a la muñeca calcinada de la infancia es igual que escribir en el muro que nos espera, la última palabra.

 

Podría también decir que ésta, será la última vez que te escribo. Me negaría del dolor en la premisa: volver a amar es el castigo.  Y te amaría hasta reencontrarme con la noche que hizo que se amaran nuestras sombras. Para siempre amor, para siempre otra vez.

 

\"Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos\"