PETALOS DE NOCHE

Sin acústica...





... desde la costumbre de mirar al sol...,

y perderme...,

ver al ocaso aferrarse a la muerte


y apretar mis costillas en contra mar,


descender del cielo...,

apagarme en los ecos,

descifrar la luz...,

y aferrarme los mismos códigos...,

en la homogeneidad de siempre...,
en la monotonía,
en lo que siempre miró-

en lo que siempre respiro y siento
-en lo de siempre-


me aferró las costillas a la piel,


oculto mi rostro-

y el sol pareciera mirarme desde otro enfoque...,

no es la luz, ni la muerte, ni la costumbre de dormir,
mirándome de entre la puerta de la oscuridad...,

no es la noche asesina de los asaltos del gigante de helio...,

¡No es nada!

solamente contemplando la tinta

saciar mi sangre...,

y derretir los témpanos en mi pecho...,

hasta embriagar mi costumbre ciega
de aferrarme al sol en el corazón...,

y mutar la acústica de las aves
con la muerte de mi ritmo cardíaco...,

y... desciendo a la orilla...,

me aferro a caer...,

sé que caigo, pero no siento la piel...,
ni... el cuerpo atando... el dolor...,
ni nada del tacto íntimo...,

no me siento- me incomodan los astros
mendigar en lo vasto de mi soledad...,

me incomoda el acento-
las consonantes de tus ojos-

me incomoda todo lo tocable-
todo lo rítmico-
-me incomoda el amor-

amar hasta saciar de astros el océano hambriento...

que sacude tu boca nebulosa...

con el estrecho invertebrado del espacio...

allí donde guardas el edén
con adagios que destruyen
mi libertad por atarte mi virus
en la esperanza de descubrirte
cuando ya estás conquistada
por los ecos asesinos de mi verbo... 

Y la acústica prevalece cuando miro al sol deshojarse...,

cuando ya las sombras mutan a torpes desvaríos de luz...,

y la arena inválida se adentra en breves bocetos
con la líquida forma del horizonte...,

donde la torpeza del destino y la distancia
se entromete en nuestra cultura fatal
de amarnos...-

cuando ya la vida
nos ha matado más de mil milenios...,

y aún seguimos como tontos mirando el ocaso secarse
de entre una boca nebulosa/ ebria
entre los barrotes óseos de mi costumbre de pensarte...,

al cristal modular que secuestra mi latido
hasta tatuarte mi acústica muda...,

que se injerta en tu tonalidad celeste...,

que de a poco se apaga
hasta hacer prevalecer
la soledad tristemente cohibida
por tu boca pugnamente prohibida
cuando siento secarse mi sangre,

al ocaso derretirse en tus lágrimas

al filo de quemarme el dolor

de un fuego gélido
que abre una herida yerta

a una noche inválida
citándonos en el silencio. 






Noviembre, 14...
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