HERMINSON YULE RIASCOS

INMERSOS EN LA TARDE

Cantó ella a mi oído,

y allá afuera, taciturno

el solar disco volaba.

desbordante de amor contenido

entre sus cabellos nocturnos

mi mano enredaba.

 

Bullía la gente en la ciudad

y en aletear mis caricias

por su cuerpo rondaba.

¡Había tanta felicidad¡

que en aquellas primicias

mi alma le daba.

 

Era la primera vez

y un extraño temor invadia

todo cuanto antes soñaba,

en su cálida tez

estaba la dicha de ese día

que afuera, perezoso pasaba.

 

Me sumergí en su sonrisa

y me bañé en su piel

mientras de besos la llenaba.

Allí el tiempo iba deprisa

dandome la savia de su hiel

y en su arena me torturaba.

 

Porque acabarian tus ojos

en su mirar ahogandome,

y asi, de a poco mi ímpetu bajaba.

Luego de que a grandes manojos

fuí absorbiendo y llenandome

 de todo cuanto cataba.

 

El día fue ocultandose

 con toda su modorra

y la luna a su dominio llegaba.

Asi igual a mi, el acabose.

¿Porqué no hay quien me socorra?

¿Porqué todo lo bello acaba?.

 

Corrió el agua por su figura

borrando mi mácula en su ser,

así, mi sudor quitaba.

Pero, brindome de nuevo su hermosura

bajo aquel construido llover

musitando que me amaba.

 

La magia volvió un instante

llena de armonía y verdor

cada que a mí se juntaba.

De su boca anhelante

brotaba todo el amor

que para soñar necesitaba.

 

Frente al gigante espejo

sutíl y graciosa

con esmero se peinaba.

Yo la veía con su gracejo

bella y maravillosa

que aún más linda quedaba.

 

Salimos a ese otro mundo

de sonrisas y abrazo falaz

de quienes nuestra alegría se mofaba.

Y en un suspiro profundo

quisimos volver a esa paz

que ahí adentro, nuestro ser encontraba.