alicia perez hernandez

Vestida de novia y Un día...

 

Me bañé con aceites de mira

Me acicalé el cabello como te gusta

Me puse perfume de aceite de almendras

Me pinté los labios de rojo carmesí…  ¡Amor!

y me atavie de bodas... con vestido blanco

y esperé ser el beso que te despertara en la mañana…

Abracé el pensamiento de tenerte,

para navegar descalza sobre tu pecho.

Escuché el trino de los pájaros

y los alimenté con migajas de pan.

vi la luna que colgaba por la ventana

y me escribiste versos de amor

-Cual fiel enamorado… -a mi dulce ali-

Pero no había mañana;

se la llevo el frío viento que acarició tu cara,

y me quede huérfana de caricias

vestida de novia en el tálamo

esperando a mi amado…  

Cerré los ojos y ángeles nos desposaron

con lazos azules de amor…

te miré  hermoso, como nunca antes te había visto,

estabas vestido de novio.

Arranqué hojas del calendario,

y detuve las manecillas del reloj,

Porque tú ya no estabas ¡Amor mío!

Te abrazó el cielo, como abraza a las estrellas,

Y vi tus ojos, a través de ellas

Eran brillantes como cuando solías mirarme,

y cantarme canciones en noches de bodas….

y seguí perfumando la noche con mi aroma

olía a novia desposada…

y mis labios vírgenes te posaron en los tuyos

y había música en el cielo porque “Dios es azul”

y las nubes lloraron de felicidad

al verme feliz en tus brazos.

Olía a perfume de novia todo el cielo

Tú, y yo, nos juramos amor eterno….

 Alicia Pérez Hernández

-No es la pluma la que escribe es el alma-

 

Un día… para mi amada azteca.

Estoy sin ser

-alma sin cuerpo-

en la ladera

del tiempo.

Entré en tu alcoba -dulce ali-

por las rendijas

-anchos caminos del tener-.

Mi noche vive

en el labio que vibra,

que sangra,

en mi lengua poética

que te manda versos de arena.

Te oprimo la mano: tu mano blanda.

Cerraste

los ojos,

sentiste

mi beso,

-aquella tarde

bajo la acacia-.

Sin prisas te ofreciste.

A oscuras,

el ansia

-consumación

temporal, caliente,

carnal-. Tú, y yo, ali mía

Quémate, te decía;

entra tu boca

-lo mío es tuyo-.

Por el horizonte iba

naciendo la mañana...

Un azul de delirio cayó en ti

a diez mil kilómetros de distancia.

Tus pechos míos…

proas tajando mares,

tajando espumas.

Te tiendes en la arena.

Pasa mi sombra:

te encaprichaste en abrazarla.

Ven, acude conmigo,

dijiste. -Amado mío mi Salva-

Tu ser, mi ser,

al alba se querían.

Echaste hacia atrás tu cabeza.

Entré la lengua

del paraíso

-¿Entraremos en la Mansión de Dios?-

Porque Dios es azul…

¡Tanta dicha!: te quiero, sin que tú

me veas, venir al tálamo de la amada...

-para ti siempre mi amor mi dulce ali-

 

-Salvador 13-3-11- Granada-