Emanuel Acuña

¡Nada tenemos que ver!

Sus lágrimas corren a raudales,

por su realidad que hiere y mata,

porque sus carencias tan actuales

le martirizan con sadismo y le atan.

 

Sus ojos sucumben dentro de ella,

cual estrella que se extingue luego

de ser radiante y, quizá, la más bella;

sus carencias tan actuales no son juego.

 

No tiene pan para alimentarse ahora,

ni al ser que crece dentro en las entrañas

y sus entrañas duelen, son tormento,

y sucumbe y sus carencias ya le matan.

 

Miremosle con desprecio a la pobre,

juzguemosle por lo que hizo el día de ayer,

que se atenga a su destino esa pobre,

que nosotros con ella, ¡nada tenemos que ver!