Ary Vala

EVA Y ADAN

Fue así ese quimérico instante

En el que tu cuerpo Aliviado

Yacía sobre mi dorso

Y tu agitado resuello buscaba volver

A su estado natural al  compás

De la vibración de mi sangre,

 Que nos sentimos solos en el mundo,

 Tu y yo dueños de el, y podíamos correr desnudos,

Hacer el amor entre las ramas del árbol prohibido,

 Y comer de la fruta prohibida.

 

La luna sin morbo  miraba que

Yo te sentía mía, inmensamente protegido

Por tus labios que extraían de mi cuerpo

El veneno de la vida.

 

Dormida, yo te miraba, complacida

Esperando que un tibio sol nos despertara

 Con su caricia,  para alimentarnos el hambre 

Que dejaron nuestras carnes tibias.

 

 ¡Qué dulces tus senos en la puerta de mi vida¡

 

Qué  insolente el despertar

Entre el humo de los autobuses, 

El correr bullicioso de la gente al campo,

 El tortillero trémulo gritoneando,

La vaca amarrada al establo,

Los gallos canturreando y la dama oscura

Diluyéndose entre las espigas maduras.

 

Vístete amor mío que nuestra desnudez

Mortifica a los vestidos,

Pero tu sabor,

Tu sabor aun después de siglos

Lo llevo conmigo.