Dulce es, en su mudez, el firmamento,
que en vaho tibio del éter y la noche 
abre el capullo de su cáliz taciturno,
derrama un sinfín de nácar y ámbar
y fluorescente, cantándose a sí mismo, 
acuna el sagaz sopor de los destinos.
Dulce su constelada balada de sirenas
caída del todo y la nada de las sombras, 
los astros que espira el sol en su corola 
y el solaz que inspira su gnosis vigilante. 
Dulce es, en su levitón, el firmamento, 
en un solo sostenido, su voz y su silencio,
dulce como enjoya con su sibilar, el alma. 
© Derechos reservados
Propiedad intelectual Lucero Moscoso
Bogotá D. C. Colombia