juan maria

DUELO

Con ángulo apurado

los filos ligeros

muestran a la luna

sus perfiles enojados.

 

El coraje disputa al instinto

el momento del puntazo,

y dos guapos

exhiben en la noche,

los reflejos que pinta el acero,

del cuchillo y el facón.

 

Gotas trágicas, salpican el piso

y enrojecen al destino

de tragedia inutil.

 

Una daga se hunde en el pecho

y vuelve a la quietud del reposo;

la otra se queda quieta

en el frio del piso,

con los nervios impasibles,

de la muerte y el metal.

 

Una encuentra descanso

en la tibieza de la vaina,

la otra...

se queda esperando al lucero,

rendida sobre barro y adoquín.

 

Huye la luna,

cuando suenan...

los tambores palidos del alba,

hasta que se refleja la aurora,

en el coágulo oscuro,

del mojado lamparón.

 

Ya vienen los espectros

derramando final,

sobre el instante perpendicular,

del que se murio parado.

 

Y otro punto y coma

para la misma historia

que cuentan las dagas,

templadas en Toledo

para la criolla danza,

de la sangre del duelo.

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Adolfo