luisa leston celorio

CORREN MALOS TIEMPOS

Había  llenado

un vaso de agua fresca

para beber en silencio

mientras meditaba

sobre la dura vida

que me sale al encuentro.

 

Tengo los pies hinchados

de  tanto  caminar

en busca de trabajo

que nadie me quiere dar.

 

Tengo la mente embotada

de tanto clamar,

el corazón encogido

de tanta vergüenza pasar

viendo cómo me arrastro

por unas horas de trabajo

para algunos euros a casa llevar.

 

Corren malos tiempos

para faena encontrar.

Los jóvenes sufren el desempleo

por falta de experiencia,

los mayores nos pasamos de edad,

los licenciados, aun siendo  afortunados,

ya ni mil-euristas serán,

y los que carecen de títulos

que se echen a temblar.

 

Agobiado por las deudas

me siento incapaz

de seguir adelante

en mi largo caminar.

 

La lucha es baldía,

el trabajo no llegará

mientras consientan

a los poderosos

sus arcas a nuestra costa

llenar y rellenar.

 

Después de tanto meditar

me doy cuenta de que con el pasado

me vuelvo a reencontrar.

 

En tiempos no tan lejanos

nuestros padres han vivido

la tragedia del paro,

y nosotros incrédulos

volvemos a vivir

tan amargos estragos.  

 

Somos incorregibles,

nos creemos que la vida

sólo fue ingrata para los demás,

y ahora, nos vemos instalados

en la dura realidad.

 

El poder siempre manda,

y mientras, nos engañan

con que ya llegó la igualdad,

que ya no hay ricos y pobres

y que todos estamos igual.

 

Ante las injusticias nos encojemos,

pues ya no sabemos luchar.

Nos habíamos acomodado

a un mundo irreal

y ya no nos quedan agallas

para este absurdo drama cambiar.

 

A los jóvenes hemos enseñado

a vivir sin luchar,

a conseguirlo todo

con gran facilidad,

y los mayores ya no estamos

para enfrentarnos a tanta maldad.

 

Si esperamos

que del atolladero nos saquen

los que tiene el poder,

aviados vamos a estar,

pues nunca se hartan de obtener tesoros

que en repartir no pensarán.

 

¡Para qué se han de molestar!,

si nosotros silenciosos,

esperamos que nuestros males

los arreglen los demás.

 

El pesimismo nos asfixia,

y aún más la conformidad.

¿Qué más palizas han de darnos

para de una puñetera vez

de este letargo despertar?  

 

Autora: Escapitina 

 

Luisa Lestón Celorio- 12, 10, 2011