ivan rueda

QUEMANDO PAPELES

 

 

He quemado aquellos papeles

Como quien quema

una vieja carta de amor,

he quemado aquellos papeles

como quien quema una ciudad,

o una isla de ángeles

o un árbol con pájaros.

Me he sentido como un niño

que quema su libro de cuentos,

como una mujer

que quema su espejo,

como un viejo que trata en vano

de quemar sus arrugas.

Me siento desnudo

sin aquellos nombres,

sin aquellas direcciones y teléfonos,

sin aquellas fotos,

fotos que eran mi álbum de familia.

Años y años de trabajo,

de implacable y oscuro trabajo

arrojados al fuego,

Años y años de ardua investigación,

noches y noches de largos insomnios,

Días y días entrando y saliendo de las fábricas,

observando las colas de los cines y teatros,

repasando uno a uno los periódicos,

subrayando los libros,

visitando los registros civiles,

husmeando en las calles,

esperando en los portales

A ese alguien… a ese alguien de la foto.

Al principio,

sólo eran nombres,

rostros anónimos,

calles de un mapa,

domicilios en un plano,

letras de mi vieja Olivetti

sobre folios en blanco.

Luego, pude ver

que esos rostros tenían voz,

padres, hermanos,

novias o esposas,

en algunos casos, hijos,

pero en todos los casos,

en sus ojos había miedo.

Esas calles olían a azahar,

o a churros,

o a pescado,

Pero todas, en el fondo, soltaban un hedor a miedo.

Los domicilios tenían

una o dos o tres habitaciones,

de sus paredes colgaban cuadros o perchas,

algunos tenían perros o gatos

pero en todos, sus habitantes vivían con miedo.

A medida que iba tachando nombres,

a medida que archivaba expedientes,

iban surgiendo más nombres,

cada vez más nombres, más rostros,

como una gran familia que va creciendo…

Con el paso de los años,

esos seres me dejaron sólo,

nadie se quedó conmigo,

absolutamente nadie.

Su único recuerdo eran estos papeles,

papeles llenos de nombres tachados,

de rostros sin voz  y con miedo.

Hoy he quemado la lista de los desaparecidos

con el fin de eliminar todas las pruebas,

pero me ha sido imposible:

El nombre de su asesino

se ha grabado a fuego en la conciencia

del único ser de la familia que queda vivo.