rodulfogonzalez

DIANA

 

            El personaje Diana de la mitología griega, amada mía generosa en cariño, era la diosa de la caza, pero a la vez simbolizaba la virginidad y el nacimiento.

            Diana Palmer, esposa, al fin, después de muchos años de noviazgo, de El Fantasma, el que nunca muere, el vengador de los débiles, el caminador, el ubicuo, ha sido para mí, desde mis primeros atropellados años, un personaje inolvidable.

            Me declaro, aunque sean amores prohibidos, su enamorado eterno, al igual que de Luisa Lane, la novia de siempre de Superman, al que su coraza de hombre de fortaleza increíble le cierra las puertas de su corazón al amor.

            Cómics únicos, vida mía, que los percibo reales porque me hacen vivir aventuras.

            Personajes que nunca envejecen, como Periquita, como Mafalda, como Pepita la de Lorenzo Parachoques, como tú, como yo.

            Pero si Diana, alma mía, simboliza la belleza espiritual extrema, escrito el nombre en minúscula significa la horripilancia, que quiero borrar de mi mente, del despertar con estrepitoso ruido, al alba, de los soldados que abandonan sus dormitorios en tropel para evitar el castigo horrendo de sus superiores.

            Y es también una superficie redonda con círculos concéntricos que se utiliza como blanco en los polígonos de tiro.

            ¿Por qué,  bien mío, diana tiene esa simbología extrema de crueldad guerrera y amor sublimizado?