ALVARO J. MARQUEZ

EN TU DIARIO...

Era tu voluntad que yo leyera todo tu diario,
allí hablabas de un amor fiel, extraordinario
que te lo inspiraba quien esto ahora escribe.
Pasaron los años y no supe más de tu suerte,
le pregunté a alguien si había podido verte
y dijo “no mi amigo, esa mujer ya no vive”.

Perdí la esperanza yo de volver a encontrar
a esta mujer que siempre me supo entregar
lo mejor de sus noches y de todos sus días,
que a su modo logró alejar de mí las penas,
que hizo que hasta cosas que me eran ajenas
yo llegara a sentirlas un día como muy mías.

Fui entonces hasta tu misma tumba a visitarte,
unas flores de las que te gustaban pude llevarte
y allí, un hombre ya con sus rasgos de anciano,
me preguntó mi nombre y con dificultad me oía,
casi al mismo tiempo en que mi nombre le decía,
él me entregaba tu diario y estrechaba mi mano.

Fue tu última voluntad que ese diario me llegara
y a aquel hombre le habías pedido que esperara
porque yo algún día de tu muerte me iba a enterar.
“Encuéntralo, -le dijiste- no importa la manera,
como tampoco importa que ahora yo me muera,
porque mi diario de un gran error lo va a sacar”.

Pasaron los días y en efecto, todo tu diario me leí,
comprobé en tus palabras cuánto yo valía para ti
y qué bello era lo que en tu alma para mí guardabas.
Allí hablaste acerca de nuestra primera fiesta juntos,
cuando bailando contigo quise ganarme unos puntos
pero por la emoción, era muy poco lo que bailabas.

Recordaste que fuimos a la playa y yo no sabía nadar,
a ti te encantaban las olas, yo le tenía miedo al mar,
pero en la arena nuestros cuerpos dejaban huellas.
Noche como las que pasamos no viví más ninguna,
de nuestro dulce idilio en la arena fue testigo la luna
y aplaudieron a rabiar por todo el cielo las estrellas.

Así como ésas contaste en tu diario otras tantas cosas,
pero todas historias felices, con metáforas hermosas,
cosas que hasta yo mismo había llegado ya a olvidar.
Fue entonces cuando entendí, con ese amor inmenso,
que un amor así podría tener algún día un comienzo...
pero si es como era el tuyo, nunca se podría acabar.

Tuviste razón, cometí un error, ahora que leí ya lo sé
y nunca las cosas fueron como tontamente las pensé
y justo el diario al leerlo, de ese grave error me sacó.
Me amaste siempre y tu esencia sigue viva, despierta
y yo que pasé estos años creyendo que estabas muerta
y a final de cuentas, sin ti, creo que el muerto era yo.