María

No nos une el amor…

Despierta de la anestesia lentamente. Pensamientos vagos, imágenes borrosas. Profuso vendaje que solo deja ver sus ojos y su boca, inflamados. Desnudan su rostro. Mudez, palpitaciones. Sólo reconoce el color de sus ojos y su cabello. El resto, tal como ella lo había pedido insistentemente, pero la totalidad le resultó tétrica. No podía quejarse con su marido, autor de su cuarta intervención, a quien acosaba con ansias de rejuvenecer a diario. Él observaba su peor obra. Realmente, en esos instantes, los unía el espanto.