El Arlequín

NATURALEZA OBSTINADA

 

 

Cuantas veces nuestras nocturnas rondas fueron insuficientes ante el melífero vicio del amor, desplegando nuestras alas  pasamos de ser cuerpos anónimos  a devoradores corazones, sin nunca darme cuenta que tus silenciosos besos me fueron llevando, para que en conjuro de amor, yo armara fábricas de sueños sobre  nubes blancas, que rápido supiste robar en placeres de vuelo dentro de las cortinas de tus malignos secretos.

 

Después en irreverente caterva con la ausencia del infierno según tú, y esquivando realidades, te vas; olvidándome  en un mundo vacío, cuando ya en torrente tenía tu vida por mis venas.

Y me dejas dentro de un dialogo difícil escuchando el péndulo de mis martillados latidos y  haciendo conscientes esfuerzos  por entender, entre auténticas luchas, que puedan ayudarme a recoger algún vestigio de aquel estado miserable en que dejas a mi alma.

 

¿Libertad es mi destino?, y ahora resuelta de que me sirve, cuando acorralado por tu desaire, todo mi tiempo se ha convertido a imperdonable hastío, y mientras, mis alas caídas van en peregrinaciones que teñidas de misteriosas sombras lucen tan dolorosas, y en donde mi desaliento se va acompañando en la eternidad de la nada.   

 

¿Más qué puedo hacer, cuándo los botones de las rosas abran para impregnar su fragancia?; si tendré el motivo de incendiarlas para que del aroma surja aunque sea el sueño de tu presencia anhelada. ¿O asesinarlas para que deshidratadas terminen inertes; y ya todas  grises caigan vencidas al igual que mis dolidas alas?

 

¿O es que también tengo que buscar entre los estratos del azul celaje, si existe todavía el oasis que me devuelva aunque en elegía, nuestra comunión, ante este inconcluso desenredo?;  y en antología buscarte como extraña luz durante las noches del mismo jardín de estrellas, y al mismo tiempo levantar mis débiles manos para orar por mis labios, para que se liberen de este desdichado infierno.

 

 Sigue  volando y riega el polen de tu vanidad, abeja perversa, busca libar en otras desdichadas bocas,  más ten cuidado que el aguijón de tus pétreos besos, quedo  clavado en mí, y no vaya a ser que dentro de tus dudosas mentiras…

 

Pronto  caigas en el ataúd de tu propio veneno.

 

Y sin embargo, aun así dentro de esta lucha obstinada,  te seguiré esperando.