rodulfogonzalez

ANTONIMIA

 

 

            Inexorablemente, bien mío, el alba se despide del día para darle paso a la noche y sus misterios.

            Luz y obscuridad en un ciclo natural donde se trabaja y se duerme.

            Brillo del sol.

            Brillo de luceros.

            Brillo de luna.

            ¿Has visto el alba alguna vez, bien mío?

            Orfeo con  su prodigiosa guitarra era capaz de levantar al sol, cansado ya de alumbrar otro hemisferio.

            Impenitente sedentario en mi covacha de sueños, tentado por la ilusión de convertirme en nómada para recorrer interminables caminos que me conducirían a un único destino, a ti, primoroso bien mío.

            Belleza indescriptible por mi delgaducha pluma de ganso o mi inútil pincel de artista frustrado, que sólo plasma en el lienzo figuras feas.

            Alegría contagiante que vence el furor escalofriante de la tristeza.

            Valentía oronda que derriba  la orfandad de la cobardía.

            Tú, bien mío, fragante juventud.

            Yo, bien mío,  quejumbrosa vejez.

            Primavera y otoño.