Murialdo Chicaiza

Por Quito

 

Subo por una calle larga

de historias y angustias

luego por otra

donde maduran los mendigos

que nos condenan

a suplicios presentes y futuros:

“una limosna por amor a Dios”

Muchos de ellos

Tienen guitarras mendigas

roncas y lloronas

el escalofrío de sus cuerdas

perturban las mismas rocas

flautas hay  a veces

de caña o de madera

por cuyos vacíos discurre

el pentagrama helado del indio.

 

Otras calles hay

pobladas por legumbres

que ruedan sus colores por el suelo.

Menudas mujeres

Se agitan y disputan:

-“Lleve los tomates,

lleve la lechuga…

“uno más por treinta sucres”

Y así por mucho tiempo

transitan las almas

y las vidas

las nubes y la luna.

 

A mi lado pasan

 hombres de otras edades

distintas narices

frentes muy distintas

algunas de ellas miro

surcadas por pesares

grandes y oscuros.

 

Por la noche

algunos buscan

la paz en escondrijos

de luces no muy claras.

Otros los hay por

por las mañanas

que entran en las piedras

labradas y talladas

de una iglesia helada

y solo porque les gusta

hacer lo que no entienden

y solo por beber

el misticismo de cada mañana.

 

Y así por mucho tiempo

pasan y transitan

las almas y la vida

las nubes y la luna.

 

Desfilan muchas casas

muy cerca y a mi lado

con grandes ojos claros

mirando sus letargos.

Pasan las paredes

de yeso abotonados

los portillos y portales

los unos hondos

los otros de triste madera.

 

Y ahora que estoy bajando

hasta la Plaza Grande

siento como si hubiera rodado

Como una onda de aire

salvando los tejados

donde aún duermen

acurrucados

una constelación de silencios.

Vieja plaza:

donde los viejos

junto a sus sombreros

esperan su segunda muerte

donde hay vertederos de piedra

que parecen cansadas

de escupir la misma agua.