Gaviota Romero
ELLA, EL MAR Y LA GAVIOTA
Recordando con cariño a mi padre, que me enseñó entre otras cosas…a amar el mar.
El mar estaba tranquilo, en el horizonte no se veía ninguna nube, era un día radiante de sol.
Por la orilla caminaba una joven, el mar acariciaban sus pies descalzos, su largo pelo era mecido por la frisa. En sus ojos una mirada de tristeza lo hacía más brillantes. Vestía una falda larga de lino, y una blusa blanca, que resaltaba más su piel bronceada. Parecía una modelo de Julio Romero escapada de uno de sus lienzos. Detuvo su caminar, y se sentó en una roca, sus ojos estaban fijos en el mar. Hacía, tanto tiempo que no lo contemplaba, y había deseado tanto este momento, que ahora le parecía mentira, alargó sus finos dedos y los introdujo en el agua, una sonrisa de felicidad iluminó su rostro, y llevándose los dedos a sus labios, sintió el sabor a sal, fue como un largo beso, mucho tiempo esperado.
¿Cómo había podido vivir tanto tiempo lejos de él? Con voz segura y firme dijo: ¡nunca más volveré a irme de tu lado!
Ahora venían a su mente los días felices de su niñez.
Su padre la llevaba a dar largos paseos por el puerto, le gustaba ver, el ir y venir de los barcos, y como las gaviotas los seguían. Compartían el mismo amor al mar.
Le encantaba el olor del puerto a alquitrán, a pintura de los barcos, y a marisma.
Respiró hondo llenando sus pulmones del airé limpio y fresco.
Allí era donde más a gusto se encontraba.
Un día de los que paseaban por el puerto, encontraron una gaviota herida que apenas podía moverse. La cogió entre sus manos, con sumo cuidado procurando no hacerla más daño.
Su padre le dijo: creo cariño, que va hacer muy difícil el que pueda salvarla, pero podemos probar y llevarla a casa, cuidaremos sus heridas lo mejor posible.
Pasaron varias semanas, de cuidar con esmero, y cariño a la pequeña gaviota.
Por fin, un día en el mismo puerto levantó sus pequeñas manos al cielo, la gaviota emprendió su vuelo, alejándose en el azul del cielo. Sintió como si algo dentro de ella se hubiera ido también.
La voz dulce y cariñosa de su padre le decía al tiempo que acariciaba sus cabellos: ¡Bien hecho vida mía! Gracias a tu amor y perseverancia has conseguido curar a la pequeña ave, creo que nunca te olvidará.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde aquel suceso? Pero lo recuerda como si hubiera sucedido hoy mismo.
Sus ojos se llenan de lágrimas, y una nube de tristeza los cubre. Ahora lo único que le queda es su querido mar. Había estado tanto tiempo lejos de él, que posiblemente no la recordara. ¡Cuantas veces de niña se sumergió en él! Chapoteando con sus pies en la orilla, y al volver a casa, deseó siempre que llegara el día siguiente para de nuevo en su encuentro decirle que lo quería, que nunca lo abandonaría.
De pronto…una fuerte ola la cubrió, arrojando su cuerpo entre las rocas del fondo, su cabeza se golpeó con una de ellas, no sintió dolor sólo un gran sueño.
Al hundirse su cuerpo; el mar volvió a quedar como una balsa de aceite.
En el azul del cielo volaban gaviotas, una de ellas voló con rapidez dirigiéndose al mar, entró de cabeza, rompiendo las aguas por un instante... se sumergió desapareciendo en él para siempre.