FERNANDO CARDONA

CON LAS MANOS VACIAS

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CON LAS MANOS VACIAS

 

Nada, nada la tenia, y lo tenía todo:

Su juventud, sus ímpetus, dos brazos y dos manos

Y una ganas inmensas de fundar un hogar

 

Ella tenía el espíritu maternal en su alma,

La bondad de una niña, de un árbol la energía,

Y  un inmenso deseo de formar un hogar.

 

Sus caminos se cruzan y sus vidas se unen.

Su trabajo, su esfuerzo y su alegre tesón,

Los llevan selva adentro tras tierras labrantías

Y de su amor el fruto muy pronto germinó.

 

En un claro del bosque se levanta de troncos

La casita que alberga a los tres que ya son,

Y en el verde potrero juguetones los potros

Con sus crines al viento y a su paso trotón

Atrás dejan las yeguas y al caballo padrón.

 

Entre potros y yeguas las vacas y terneros

Pastan con mansedumbre y crecen sin parar,

Y la cerda amamanta los chanchitos traviesos

Y allá en el gallinero se oye el cacaraquiar.

 

En la loma germinan maizales, plataneras,

Yucales, frisoleras y ante todo el fervor

De quienes abnegados dan sus vidas enteras

En pos de un patrimonio para vivir mejor.

 

El trabaja a lo macho, tala, siembra y cosecha,

Atiende sus ganados y protege su hogar.

Ella es ama de casa y cual fiera tigresa

Allá en su madriguera no deja ni asomar

A ninguna amenaza que intentara perversa

Debilitar las bases de su reino y su lar.

 

Pero de pronto truenan disparos asesinos

Que matan de la patria paz y prosperidad,

La maldita violencia invade los caminos

Y van cayendo muertos los hombres campesinos

Y los que nos son muertos, huyen a la ciudad.

 

Ellos fueron mis padres a quienes hoy ya muertos

Los venero y respeto y rindo mi homenaje

De gratitud por siempre.

 

Ellos, los dos solitos, llegaron a la selva,

Con las manos vacías y sus almas pletoritas

de esperanzas y amor.

Y allí a golpes de hacha, de optimismo y tesón

Levantaron su hacienda, engendraron sus hijos

Y vivieron su sueño de ternura y amor.

 

Y de allí la maldita violencia partidista

Dirigida por esos perros latifundistas

Y apoyada en el clero que en el nombre de dios,

Orientaba a los godos a matar manzanillos

Dizque por comunistas o por ser enemigos

De una tal fe cristiana que nunca me sirvió,

Con las manos vacías, como habían llegado,

Y las almas cargadas de miedo, rabia y odio,

De su tierra a mis padres, a balazos sacó.

 

Hoy no guardo rencores, pero tampoco olvido,

Porque mis padres eran humildes campesinos

Que a nadie el mal hacían, y eso no les valió.