El Arlequín

FANTASIA DE CARNAVAL.

 

 

Enfermo de ti, y como queriendo quemar la realidad de mis desasosegados sueños.

Aduciendo una obsesión de placer, pasa por mi cabeza una emoción de risallanto, y sin encontrar ninguna salida satisfactoria volteo mirando al cielo, con ganas de querer ver todo lo que no puedo ver; como lo que se ha depositado  en el vacío, para revolver todos los recuerdos con el anhelo de una nueva seducción.  

Miro a través de todas las ventanas en espera  de que por algún sortilegio, el fantasma de tu empalagosa y perversa primavera  toque a mi puerta y se permita entrar, como si fuera parte de la gangarilla tu candente y lascivo cuerpo que me arremolino a ti en esta alegoría.

Mientras sigo luchando gota a gota en mi infinita e impaciente búsqueda, y queriendo respirar dentro de este asfixiante calabozo, intentando percibir como afrodisiaco las esencias del hálito de tú ahora incorpórea boquita.

Más sin embargo, todo es aire que a nada huele, efímero aire que solo transpira mis inconfesables deseos.

Y retorciendo los recuerdos, inverosímil en instantes, aparece torturada mi piel a una tú leal cómplice y muda alcahueta llamada cama, bendito carrusel que  fundió nuestros ombligos entre aleteos de mariposas monarcas y vuelos de Pegaso, autenticas vivencias de quimera, y también la constancia de mi boca al granate de esos tus labios que sobre los míos criaron enjambres de pasión, y con mi lengua que en comunión con cada cráter de tus senos,  lograra que destilaras sabores de tormentas. Como queriendo absorber húmedas esencias de entre ficticios lupanares.

Olvidar o morir… pues todo esto para mí es un malsano sufrimiento, con lujo de infortunio y de tormento.

Pienso y vuelvo a pensar:

Qué para mí que fácil sería olvidar, pero me resisto; pues tal vez en lugar de olvidar… moriría para renacer en la eternidad prometida por la pólvora de tus besos, cuando te volviste incendio del preludio de mis deseos.

 ¡Santo pecado! a mi utópica necesidad, cuando estando de frente a  tu resplandeciente antifaz, espontáneamente saltó tú envenenada mirada; como un hiriente arpón que desde entonces se ha dedicado a perseguirme, sueño tras sueño, esbozándome dentro de una amurallada insularidad.

Empiezo con otra lectura, en donde las filosas hojas de mi diario, me van llevando con pasos agitados sobre una escalera que no lleva a ningún lado, hojas que eslabonadas se van marchitando hasta convertirse en las ilegitimas horas selladas por un amorío de ayuntamiento carnal,

que en forma de nubes de caleidoscopio;

escapan sonrientemente.

ADVERTENCIA:

Si vuelves a aparecer, aun de larga ausencia;

hazme a mí responsable si amaneces muerta…

 

Pero a besos.