nelida anderson parini

SUELOS SECOS.

Corre asustado el pizote

en pos de su madriguera

temiendo al estar afuera

poner en riesgo el gañote.

Corren ciervos y ocelote

tras de una paz cohibida

que huyendo despavorida

troncha fugaz el ramaje,

para torcer el paisaje

con zozobra desvalida.

 

Corre el río apresurado

haciendo a su cauce libre

sin que nadie lo calibre

viendo su caudal menguado;

corre el estero estancado

cediendo en profundidad

bañado en la hilaridad

de su propio desatino,

asienta un nuevo destino

de inicua mediocridad.

 

Bosteza asqueado el coloso

aliento de impertinencia

para evacuar la imprudencia

con el ánimo impetuoso;

retumba el valle celoso

estremecido en sus ecos

por grietas y recovecos

percute el atrevimiento,

del corrosivo elemento

que se infiltra en suelos secos.

 

Canta el gallo en patio ajeno

altanero y petulante

dándoselas de importante

a su canto no da freno;

mas el gallinero en pleno

arma tremendo barullo

que pone fin al orgullo

de aquel gallo pendenciero,

que corre del gallinero

sin emitir ni un murmullo.

 

Vuela rauda la parvada

en estricta formación

prestando poca atención

a la afrenta desplegada;

omite la voz que alzada

clamando está desde el monte

pidiendo se le confronte

desde argumento plural,

pues el orden natural

delimita el horizonte.

 

 

En la vida como en todo

es muy bueno ser sensatos

y no hacernos lo cegatos

fingiendo no ver el lodo;

si al final de cualquier modo

del mismo barro salimos

 en el mundo en que vivimos

nada permanece quieto,

nadie nos libra de aprieto

en que solos nos metimos.

 

Corre y corre el vil cobarde

a ritmo de indiferencia

 al examen de consciencia

seguro ya llegó tarde;

con gran mutismo hace alarde

de moral y compromiso

siendo el  argumento omiso

la ración de su costal,

desde el cinismo total

huye con paso indeciso.

 

El engreído se labra

recordatorio en la historia

imprimiendo su memoria

con la más terca palabra;

brincotea como  cabra

y arrasa todo a su paso,

es ciego a su propio ocaso

con terquedad que es afrenta

que propia inopia sustenta

y le conduce al fracaso.

 

Tira el asno el carretón

cargado de torpe empeño

tranzando su desempeño

por desdeñoso pastón;

pende en su frente un festón

que nubla su entendimiento

pesando en discernimiento

prepotencia y concesión;

 transigir en discusión

supera a su pensamiento.