Sonantrexor

A mi amada

Ensimismado en tu voz,

me inundó el olor de tus cremas y tus faldas;

Perseguido por la angustia de no faltarte mujer santa,

un día como hoy sometí mi orgullo a tu esperanza,

Me hice esclavo de tus ojos, de tu voz y tus andanzas;

dediqué a tu amor sencillas alabanzas,

evitando abusar de los epítetos y los adjetivos,

 que ninguna poesía a tu belleza alcanza.

Hechizado caí a tus pies, agobiado por tus encantos,

y encendido verso arranqué de mis entrañas:

que si tú, alma de mi alma,

emulas con las mariposas y las flores,

alcanzarás sin proponértelo,

 el más preciado galardón que se otorga en el universo:

El altar de la gloria, donde el afecto y la sensualidad derraman.

Celebro la honra de tus bendecidos gestos, de Venus propios;

pero sin faltar a tu nombre, ni a tu desbordada hermosura,

navegaré eternamente por los mares de tu boca,

bordeando los agitados labios en interminable lance,

para que no naufraguen el amor, ni la poesía y,

cuando el tiempo borre  este amor de mi intelecto y,

al fin concluya la historia de nuestros besos,

se apagará la llama de este amor puro, 

que vivirá para siempre en el dulce ardor de sus eternos frutos.