Sara (Bar literario)

La historia de corazones (Narrada desde el final con suposiciones desordenadas y ligeramente, grises)

 

Qué súbito color se pinta la calma,

en la tristeza,

racimos de corazones arrojados en la acera.

Nadie los contempla, nadie se detiene a esculcar

el desfalco proverbial de su  memoria.

Le pasan de largo por la vena que tiene una casa rota.

Los miramos con ojos de noche y conciencia de monte

esquilando la oquedad mortuoria del ladrillo que nos cuelga

del pecho. Dos niños juegan encima de ellos, a la Rayuela.

 

Recordamos

La presencia de un poste  que nos bendijo con estrellas en la frente,

la prueba espiritual en la santidad verdosa que exprimen las palomas.

(Devotos del milagro les echamos más pan a las beatas)

Nosotros, en medio de la vida definiendo una noticia amarillista

en revistas con historias robadas de cuevas prehistóricas y papeles futuristas.

Un saltamontes,

el amor es un saltamontes que tiene un ciempiés como enemigo.

 

El corazón

Mejor, alucinemos:

Basura disparada a un cuadro de Van Gogh

Chaplin tiene la lengua roja en su última película

La vanguardia se deleita en una lata de frituras.

 

O resucitemos

Resucitemos en medio del sueño y soñemos

-El final de un sueño-

Despertemos en el camaleón moribundo

De una acera con lacras minimalistas.

 

Los niños juegan a la Rayuela

Dan dos brincos, contemplan el cielo

Sin atisbar el ángel que llevan en su flecha.

 

Un lazarillo recorre con su bastón, detalladamente

dos líneas del pavimento.

Cara. Sello.   

 

Qué desolación.