Jesús Lantigua

FASCINACION

 

La lluvia continuaba arrancando sonidos a los

tejados,

 

creciendo en el cauce prolongado de las calles

 

y en el vértigo de las cloacas.

 

Seguíamos, discretos, asomados a la ventana,

 

cuidando no  exponer nuestra desnudez tras los

cristales.

 

Nos rozábamos y era deleite el toque de las

carnes

 

expandiéndose por cada anatomía.

 

Tu vientre, que era seducido por mis manos,

 

se ofrecía sin pudor alguno

 

y en los labios, en nuestros labios,

 

aparecía una secreta sensibilidad

 

que ambos desconocíamos.

 

Reiterábamos la mímica no calculada

 

y el sopor de la lujuria,

 

las huellas sobre la piel,

 

así como el olor a sexo sobre las sábanas

confidentes.

 

De nuevo, era letargo perdernos entre la lluvia

 

y las calles,

 

más allá del tiempo universal,

 

poseídos por el recuerdo de otras vidas.