Insomnioptera

La Ella de los otros días

Stacy estuvo en esta habitación ayer como a la media noche. No sé quien es Stacy. Ni la recuerdo siquiera, salvo de ayer, como a la media noche que vino. Y me habló de una cosa que (ella dice) que yo llamaba mar. Mencionó un nombre, un tal… estoy tratando de recordar cómo era, ¿cómo era? ¿no te acuerdas? …rimaba con mar. ¡Creo que ya me acordé! Sí, dijo Darío y dijo mar. Ella se llamaba Star ¿o cómo?. Tenía una dulce imagen con cara de llamarse Star, digo, Stacy, pues es casi lo mismo. Aunque también pudo llamarse Lucrecia o Lorenza o Stephanie o Aída o Dixie. Pero a mí se me antojó que se llamara Stacy. Era negra. No del color de piel ni de sus ojos -negros- sino de su perfume sin color. Carbón de ácido y nítricos aromas con esencia de azufre. No tenían fondo sus ojos. Su resplandor opaco se mezclaba y fundía con esta opacidad. Dijo Darío y dijo mar. Dijo mar. Y dijo Darío. Su cuerpo era ruidoso como el de una campana, si-len-cio-so. Darío, dijo ella. Y no sé qué más dijo. Hasta que alguien llega y grita una palabra. Entonces, ella < se sonríe y sale>  por la ventana volando, rebotando y volando. Y vuelve al día siguiente vestida de teléfonos. Y todo se abre al día menos Darío. Menos el mar. Y nadie la recuerda, nadie la reconoce porque nunca la vieron. Y calla dos palabras. Dos inmensas palabras: calla Mar, y calla Darío. Y va a llamarse Stacy, aunque tampoco sea su nombre verdadero.