Sara (Bar literario)

La ciudad que nos habita


La jubilación del corazón sometido

a un dictatorial juego de cartas,

apostando la vida que se regala

en un casino sin reglas

para vengarnos el alma.

 

Sangrando nuestro estigma

en la herida imaginaria

por la ruinas de un amor

profetizado en la frenología

de nuestros cráneo subyugado

al altruismo nocturno

-amar de poesía-

 

 

Proyectando en el pulso

la pantomima de las manos

que regresan sus despedidas

a la escena del crimen.

No hay sospechosos

dentro de la cárcel de recuerdos.

No hay ley que discrimine

entre un encuentro de ciencias

y un husmeo sin ropas.

Nadie tiene la culpa

en las prisiones de la memoria

de ser un silencio vivo

sin cuerpo, para cumplir la pena.

 

El grisáceo refugio

Frontal- vegetativo

que juzga sin fundamentos

a la temeridad de violentarnos

-En la dolorosa aventura-

evolucionándonos en seres finitos;

fruición de inmortalidad fragilizada

abatiéndose en las vías mortuorias

de cada momento.

 

La ciudad que nos habita

es una burocracia sirviendo,

a un pueblo fantasma.