Ami

La Perla de gran Precio

 

Todos la llevamos dentro,

muy allá en el centro.

Tememos;

del dolor huimos,

las lágrimas evitamos

y con ello el amor apagamos.

 

Es tan tierno, tan frágil, …

Cuidarlo no es fácil.

Es el corazón,

al que a veces dominamos con la razón.

¿Para qué nos lo habrá dado el Creador?

 

Fue única y solamente para el amor.

Por  eso no es de piedra,

pues ésta se quiebra.

Ni de hierro ni de madera.

No es para tratarlo de cualquier manera.

Es delicado y sensible,

pero invencible.

 

No se suponía que entre orgullo, egoismo y envidia anduviera,

sino siempre rodeado de amor perfecto estuviera.

 

Es por ello que El mismo con tanto amor lo cuida,

dejándonos como prueba fehaciente Su propia vida.

Nos lo dio del material más fuerte

que resiste hasta la muerte.

 

Tememos, sufrimos, lloramos, …

tantos sentimientos experimentamos.

Es que estamos tomando conciencia

del amor, la aún no descubierta ciencia.

 

El lo cuida;

con Su sabiduría lo guía.

Con toda ternura

lo llena de dulzura.

 

En el dolor

sobreabunda Su amor,

para que en el alma

gobierne Su calma.

 

Su consuelo nos guía al perdón,

recordándonos: “tienes corazón”;

Es de carne,

no debes maltratarle.

Es fuerte y resiste,

pero sólo en el amor existe.

La piedra

con el cincel  se quiebra;

El hierro se oxida y se dobla;

la madera se pudre, se quema o envejece,

pero el corazón en vida eterna permanece.

 

Al corazón sólo uno le da forma,

el que cada día lo embellece y transforma.

La perla de gran precio,

para Dios de gran aprecio,

pues nada puede igualar su valor:

sólo ella guarda el amor.