María

Una Mujer Despedazada

 

Soy un puñado de tierra seca donde nada puede florecer. Mi ombligo está mutilado, cerrado, ciego. Nada crecerá en mí, a nadie voy a alimentar.

 

La luz me lastima. Mi alma se incendió. Mis ojos son polvo de cenizas.

 

Estoy atrapada entre mi cabeza y mi pecho. No puedo salir de ahí. Mi lengua está lisa; se parece a la suela de un zapato gastado. Todo gira a mucha velocidad y me marea. Y no puedo hablar.

 

Me tiraron por detrás. No tuve tiempo para defenderme, y me dejé  caer. Me atacaron por la espalda. Me arrancaron la piel y las manos. Quedé desperdigada por un piso gelatinoso. No me puedo unir. Todo está roto.

 

 Es muy duro. No puede ser azaroso, circunstancial. Algo habré tenido que ver…

 

Mis partes, laten ensangrentadas por todos lados. Nadie me ve. Mis ojos no ven a nadie: A pesar de que los afectos genuinos están, no puedo hablarles.

 

Mis rodillas se golpean contra el suelo. Mi sangre se agolpa sin forma en un rincón. Me quiero tener a mí misma y no me puedo agarrar. Deseo tomarme entre mis brazos, no lo logro.

 

Soy un barrilete apedreado. El esqueleto en el cielo y el papel todo roto. Partes del papel quedaron pegadas a las piedras; algunas vuelan y se me escapan. Otras fracciones quedaron enterradas, muchas se mojaron, y las demás se deshicieron o perdieron el color. Algunas de esas partes quedaron pegadas en árboles..

 

Es imposible unir las partes. No se puede hacer el mismo barrilete. Habrá que intentar otra cosa. Crear algo nuevo con lo que quedó. Aunque esos restos sean un caos desparramado por muchos sitios. Desechos. Girones.

 

Cada una de mis partes está rota en miles de porciones rasgadas. Necesito un artesano paciente, que crea que existe otra forma.  Quisiera procrearme.

 

Necesito creer. Creer que es posible. Necesito ser mi Dios. Preciso  ánimo, fuerza. Me urge entregarme a mí misma. Cuidarme. Curar los dolores que me desarmaron.