Envidio al hombre que duerme contigo, el que disfruta de tus mieles y cálido abrigo, el que tantas veces te tiene, mientras yo, cual mendigo, daría lo que no tengo para que duermas conmigo. Envidio de ti una mirada fija, sin temores ocultos ni pasión escondida, envidio del tiempo cada minuto, ajeno al encuentro de nuestras vidas. Envidio amaneceres junto a ti, compartiendo perezas y agitaciones tempraneras, viendo cada día por vez primera tu imagen preciosa que quisiera, fuera exclusiva para mí. Envidio poesías para escribirte, para cautivar tu alma y esclavizar tu espíritu, para decirte las cosas que no te he dicho, y convertir en proclama este amor que a morir se resiste.