joaquin Méndez

ASI, DA GUSTO- CONVERTIRSE EN UN VAMPIRO

Aquella noche,  retrase mí salida de casa de mi amigo Ángel, estuvimos jugando a las cartas y se me hizo un poco tarde.

Eran las 01,05 hora y cinco minutos, ya casi la madrugada, cuando salí,  de la  casa  de  mi amigo Ángel, para ir a la mía.

Tenía que  cruzar un callejón casi sin luces, y pasar por detrás de la estación del viejo tren.

Que estaba  total  a oscura parecía un callejo sin salida, era tenebroso y misterioso daba miedo.

Al cruzar la vieja vía escuche un… sihhh, sihhhh.  Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, venia de una vieja nave,  que ya no se usaba y estaba casi sin techo, en ruinas parecía al menos por fuera.  Mire un poco asustado, y allí en la enorme puerta de hierro,  estaba ella una figura de mujer de pie confundida con la oscura noche.

Estaba en fundada en un largo vestido negro, solo le blanqueaban la cara y sus blancos dientes.

Dejo oír su voz

“Hola”  Me dijo,  “Ven, por favor,  te estaba esperando”  Su voz sonaba suave, y melodiosa,

 casi un susurró, un canto de sirenas, un reclamo al macho, esa voz, endulzo mis oídos,

Se izaron mis bellos,  y quizás algo más.  Un bienestar, se fue apoderando de todo mí ser,  que relajación me provoco aquella melancólica y sensual voz.

“¿Qué quieres? ¿Quién eres?  ¿De qué me conoces?

Las  preguntas se me agolpaban en mi mente, y   mi voz temblaba, no de miedo, pero sí de emoción de sorpresa.

 “¿Quién era aquélla misteriosa dama de negro? ¿Qué querría  de mi,  a aquellas horas de la madrugada?”

“Ven por favor  te necesito” insistió con aquélla voz que me ponía cachondo o no sé como…

Me acerque con cautela,  al llegar a su altura, quede petrificado…

¡Oh!  ¡Dios mío!  ¡Qué belleza! ¿Como podía existir tanta hermosura?  Era como una diosa de la mitología Griega,  tal vez la diosa de Venus,  es que  no sé, ni  cómo describirla para que ustedes me entiendan.

Ojos  marrones, tirando a  color miel, pelo negro casi azabache,  largo, muy largo, casi por las caderas.

Sus labios eran  tan fascinaste que me atraparon en su rojo carmesí, como atrapa una araña a la mosca, en sus redes de seda. Su nariz era tan perfecta  con una simetría que ni el mejor escultor podría igualar.

Su cuerpo esbelto delgado, pero con unos pechos bien proporcionados que se adivinaban sus pezones duros y rebeldes como queriendo agujerear el largo vestido que la cubría.

¿Que deseas bella dama, que me reclamas con tanta insistencia?  Pregunte un poco tímido y un poco desconfiado.

Me asió de la mano, y me dijo,   “Ven, veras,  para que te reclamo” y me guio hasta un rincón de la nave donde avía una puerta disimulada  entre dos columnas.

 

Apretó un botón  y se abrió la puerta. Pasamos al interior un salón enorme con lámparas por todas las paredes que alumbraban con velas, unos cortinales muy grandes dejaban ver una cama anchísima toda de color rosa,  sabanas, cortinas almohada, edredón  los sillones,   incluso un gran espejo que estaba situado a la derecha de la cama,  tenia los marcos,  y unas cenefas de flore también de color rosa.

Una de las cortinas las del lado izquierdo estaban  caudas, en el suelo como si estuvieran rotas.

Por favor me gustaría que me ayudaras a colgar las cortinas que se me han descolgado,  y tengo miedo de los murciélagos que andan  de noche deambulando por ahí.

“Aquí tengo unas escaleras” y puso las escaleras al lado de la cama para que yo subiera en ellas.

Subí,  y me dio la cortina para que la colocara en su sitio, mientras ella me sujetaba las piernas para que no me callera “dijo” Cuando termine mu trabajo y al bajarme de las escalera, me dio un empujón y caímos los dos rodando por la alfombre roja y tupida que cubría todo el suelo del  enorme salón que hacía de dormitorio.

Se afianzo a mi cuello  como una pantera a su presa, su boca se estrello en la mía  cargada de fuego, fuego que me altero la sangre y todas las células de mi cuerpo, mi miembro comenzó aprensionar en mis vaqueros como queriendo escapar de aquella prisión que tanto lo atosigaba.

Su lengua  recorría mi cuello como una serpiente y mi cuerpo se estremecía como un barco a la deriva.  ¡¡¡Joder!!!¿Qué me hacia aquella mujer?  ¿Que tenía en su lengua?  Yo aquello no lo avía sentido nunca. Percibí como un ponchazo en el lado izquierdo de mi cuello y un hilo de sangre me bajaba por la cargante, “Pensé que era de su boca pues no sentí ningún dolor”

Ella seguía desaforada lambisqueando mi cuello y besando mi boca, de forma que me dominaba por completo, se había hecho con mi voluntad,  ya mi gladiolo estaba como una espada,  presto para hincarse donde fuera menester.  Me desnudo  en un abrir y cerrar de ojos,  que experta, parecía magia.  Me pareció que le estaba creciendo los colmillos, pero me tenía como aletargado, no reaccionaba,  solo sus besos de fuego me hacían comprender que yo, estaba vivo.

Su boca comenzó abajar  por mi pecho, mi vientre, mi pelvis y siguió bajando, solté un grito de exclamación cuando se introdujo mi gran gladiolo en el fuego de su garganta, mis convulsiones fuero en aumento, mi vientre se arqueaba como el arco de una flecha, como un día de borrascas marinas.

Se puso a horcajas sobre mí, y  de pronto me di cuenta que no llevaba nada debajo de aquel largo vestido. ¡¡¡Estaba desnuda!!!  ¡Completamente desnuda! 

Agarro mi repollo con delicadeza, y lo introdujo en aquella cueva volcánica que parecía no tener fondo. Comenzó  a cabalgarme  como a un potro salvaje, y  a jadear, con la respiración entrecortada, balbuceaba algo ininteligible, me sentí,  bañado por un rio de lava  ardiendo que bajaba por mi mástil,  hasta mi pubis, inundándome, con su esencia todo mi vientre.

 En la habitación comenzó a percibirse  un olor  a sexo y lujuria, a placer, a gustos  y sabores hasta entonces desconocidos para mí.  

Después de al menos dos horas de batallas amorosas, jadeos, susurros, caricias, y besos, quedamos tendidos en la alfombra toda sudada, y con olores, pecaminosos, los dos quedamos exhaustos, rendidos, agotados, sin fuerzas, vacio como una bolsa de plástico.

Cuando descansamos, fui al baño para refrescarme un poco,  y entonces…me di cuenta…de todo…en el lado izquierdo de mi garganta, tenis dos succiones de colmillos,.. ¡Madre mía! Aquella tía,  tan buena, era una vampira. ¿Acaso me convertiría yo también en vampiro?

 “Que más da”  el caso es que aquella noche, me avían chupado,  todo,  muy bien,  chupado…

“Así da gusto, convertirse en   un vampiro”.

Autor, Joaquín Méndez

Reservados todos los derechos.

23/02/2013 11:38:09.