la negra rodriguez

TRAVESÍA

El autobús avanzaba rápido en medio de la oscuridad de la noche, el viaje  duraría diez horas; conversaron de todo: de sus amores, de sus penas y alegrías, de poemas famosos de los suyos, de todo lo imaginado, Un gran silencio reinó, el autobus avanzaba,  la noche  cada vez más oscura,  se veían las dunas del desierto sureño. Ella, sin poder evitarlo  empezó a llorar como una niña. Él, creía que era por algún amor frustrado, pero no, era por él, porque el tiempo  se vencía y debían separarse. Él  consolándola, la abrazó, la llevó a su pecho y le susurro al oído cosas lindas, que abrigaron  su alma. Esa tibieza, conllevó  a  otras situaciones. Los demás pasajeros, dormían, la proximidad de  dos cuerpos que se atraían,  el poco tiempo que quedaba y su ansiedad; su gran deseo de amar,  de beber hasta el último sorbo de  esa pasión desbordando de la copa de las delicias,  se armó  de valor y con gran osadía, empezó a descender su mano derecha por el vientre de su hombre, hasta alcanzar su objetivo, su amado,  inevitablemente  excitado empezó a respirar agitadamente, pero era una locura , estaban en un autobús con muchos pasajeros, aunque dormidos, pero presentes. Ella con gran osadía, con  la vehemencia de un amor naciendo  y creciendo con la impetuosidad de los volcanes, deslizó  su mano por el interior de la prenda masculina, ya no pudiendo evitarlo,  con sumo cuidado para no despertar  a nadie, en ese autobús, en la mitad de la noche,  las dunas y  arenas como testigos, presenciaron, la entrega más excitante, de un amor anhelante, los dos, cegados por la pasión se amaron  locamente se amaron.

 

Te amaré cuando el tiempo implacable

Doble nuestras espaldas y arrugue los rostros

Te amaré por encima de todo prejuicio

Te amaré locamente, hasta el final te amaré.