Murialdo Chicaiza

Carta Ùltima

                                                    Para Glenda

Si quieres leer las letras y el letargo,

los sótanos de la Filosofía,

baja hasta el último estribor de la tierra.

 

Las palomas me arrojan sus plumas

sus mensajes traspasan mi tiempo.

¿Sigue tu madre en las entrañas de la dolencia?.

Y tú, melodía y sueño,

sueño y melancolía.

Las arpas de cemento me dan pena

Por su ahogado deseo de morir en el pentagrama.

 

Sí, y aquel niño que en llanto se deshacía

por tener un padre extraño,

como la Luna para un ciego.

 

¿Dónde está el hueso desgastado de aquel

perro que Dios le perdonó la vida?

-Todos creímos que los cartílagos

de mis manos lo hicieron-

 

¿Cómo estás tú?

¿Sigues teniendo el delicado sabor de las abejas

que se asemejan al Sol prismático de la tarde?

¿Acaso sigues delgada como mi alma?

Tú debes recordar cómo era:

largo como el estío en que vivo.

 

Cualquier momento es bueno

para deshojar quietas mariposas,

para cohabitar soledades de bosque

para ver el llanto espiritual de una madre.

 

¿Recuerdas los gorriones recién anidados?

Todos ellos ajados con plumas de amor,

¿Y el vestíbulo de ramas en que vivimos?

 

Y hoy, todo pasó

y no vendrá nunca a nuestra puerta

el llamado de los otros tiempos

ya no veremos la cosecha de colegialas de Mayo,

ni entre ellas estarás, virgen de la ciencia.

 

Llámame si tu madre muere,

para derramar dolores marchitos,

para convertir mis manos en flores.