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El escribidor

El escribidor

 Trasnochado pensó en la novela, la que nunca se atrevió a publicar.

Los primeros volúmenes se amontonaron sobre el escritorio, ilusorios, frescos, relucientes.  Los miró y una electricidad recorrió su cuerpo. La piel se erizó y las pupilas por momentos aumentaron de tamaño. La mano se imbricó en el rostro y no se percató del paso del tiempo. Dormitaba entre cabeceos y la tapa azulina se abrió de golpe. La portada y portadilla irrumpieron la somnolencia.

La dedicatoria gritó a viva voz y pensó en su madre. Y ese hombre mal llamado padre que había dejado secuelas en sus brazos y piernas. Intentó cerrar la tapa y uno de los protagonistas le susurró al oído.

-Despierte…despierte- dijo con voz lacónica­ ¡Que me escribió en el segundo capítulo. ¡Que me case con Ludobica! ¿Con todo respeto señor escribidor debe ser una humorada, no?

Este levantó la barbilla y volteó la cabeza, sus ojos se depositaron en la biblioteca. Quiso enterrar los volúmenes en los estantes y una fuerza extraña lo detuvo. Su mano temblorosa dio de lleno en el cuerpo del libro y acarició el capitulo IX, sobre la hoja numero ciento veinte y cinco. Leyó en voz alta y clara. El protagonista Sir Edgard segundo casado con Ludovica Amberes se suicidó .Sacó la mano de la hoja  y la apoyo sobre el escritorio. Agarró un frasco, sus dedos recorrieron el vidrio frio, opalino y sacó el corcho del interior. Un aroma a arsénico inundó la habitación.

Autor: Segovia Monti.