SebastianTovar

Amanecer trasnochado

Y entonces la vi como siempre,

por la mirada del sol bañada,

y consentida por la brisa tenue.

 

Por el prado la seguí como toda mañana

y una vez más tras el arbusto me oculté.

 

Al son de las hojas ella caminaba,

mientras los árboles se mecían con dulce reproche,

como si de mi presencia se percataran.

 

Con el suspiro de la brisa me entretuve

junto al sutil ritmo en que los pajarillos cantaban,

componiendo sus versos desconcertantes.

 

Pero algo aquella mañana me inquietaba,

en cada resquicio donde el sonido del sol entone,

como si de un mal sueño se tratara,

encontraba olor a desesperanza y muerte.

 

Volví buscando a mi amada,

desesperado e intransigente

pero ella, ella ya no estaba.