El cielo deja caer
la inclemencia de soles acerados
torturando el suelo
bajo los pies de aquel hombre,
un autentico guerrero
sostiene con firmeza los pilares del día.
Y por las noches,
sus ojos vienen a mí
insolentes navíos, certeras flechas,
navajas al rojo vivo
se clavan en mis senos.
Mientras las manos aletean,
presurosas, incapaces de resistir
el peso de aquel vaho ardiente
que exhala cada tramo de piel.
Artesanas enloquecidas
esculpiendo un cantero de rosas,
ebrias, derraman el vino espumoso
en la ardiente contienda de las bocas.
Ay amor, inspiración mía,
el que tiñe mis versos de acuarelas.
¡Cuánta sangre has juntado para mi
en tu larga ausencia !
La seda de tus lirios somete,
huye la palidez en las violetas
cuando la flama de tus pampas
abrasa mi resina de madera araucana,
trepándose a las piernas
un amasijo de cobre, pino y de ganado,
estallan maduras las espigas.
Amor mío, aquí amanece
la lira destemplada
de un gorrión huérfano
me trae de vuelta a la vigilia ,
afuera…
el viento continúa dibujando soledades.
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Alejandrina.