Sara (Bar literario)

Nocturno de una pared

 

 

La noche es un motor que despega detrás de un inmueble abandonado.

 

Vincent me mira, aterciopelado, cambiando su respiración, conforme el vaivén de la magia nos maldice en sus coplas negras.

 

Nunca he temido a nadie más, como le temo a Vincent…

 

El simple hecho de estar ahí,  encerrada en una covacha, con mis nervios izados como una bandera en patria de “nadie”, implica mi constante oposición de pertenecerme en cualquiera de mis sentidos.

Soy esto que soy. Esta constante evolución de formas que trasquilan a la moralidad, por el hecho viril de convivir, con una femineidad morbosa

(No sé lo que soy, cuando Vincent me mira)

 

Se acerca a mí, con ese olor que tienen las causas inevitables –fuego acoplado a la mirra- y me arrincona junto a una pared, en donde seguramente, pagaré la pena que me produce su bilis nocturna.

 

Esto que no somos, nos define…

 

Y nos define cuando nos abrazamos por el deleite de saber que no nos amamos; somos dos extraños usurpando el cuerpo del otro, y nos devastamos el caos para conseguirnos a nosotros mismos en esa piel que nos besa el desequilibrio. Conseguimos el amor en aquello que jamás sería definido, como un afecto perdido.

 

Esto que no somos, nos define solo cuando estamos sin el otro.